Fiesta de La Vaquilla

HISTORIA

La Fiesta de la Vaquilla, celebrada cada año el 20 de enero y coincidiendo con la festividad de San Sebastián, está protagonizada por los jóvenes de 17 años llamados acompañantes y los de 18 años llamados Quintos. Se trata de una tradición de carácter laico y muy arraigado en el municipio, razón por la cual los quintos con honor, se encargan de mantener año tras año.

Gurramaches con la Vaquilla
Gurramaches con La Vaquilla

Es una de las fiestas más interesantes de la Comunidad de Madrid, claro rito de iniciación masculina que simboliza el paso de niño a hombre, donde los gurramaches tienen que correr por el pueblo haciendo sonar los cencerros que llevan en su cintura y así poder ahuyentar los malos espíritus que se hayan podido establecer en el pueblo desde el 1 de noviembre, noche de todos los Santos. En la actualidad, tras la suspensión de la obligatoriedad del servicio militar, no hay quintas, por lo que, para seguir con esta antigua tradición, se decidió que los jóvenes que cumplen 18 años sean los encargados de protagonizar la Fiesta de la Vaquilla, siendo sus acompañantes los que tienen un año menos.

Las actividades relacionadas con la fiesta comienzan unas semanas antes del 20 de enero, reuniéndose los quintos del año con los del siguiente para repartirse, mediante sorteo los personajes que lucirán durante el evento: una vaquilla, dos vaqueros y el resto gurramaches (o curramaches).

Fiesta de la Vaquilla de 2018
Fiesta de la Vaquilla de 2018

A las cinco de la tarde del 20 de enero, acuden todos los quintos a la casa de donde ha de salir la vaquilla, y formando dos filas de gurramaches con un vaquero al frente y otro detrás y la vaquilla en el centro del grupo, se dirigen a la plaza del pueblo produciendo un ensordecedor ruido de cencerros, mientras los vaqueros hacen chasquear su honda. En la Plaza de la Constitución esperan todos los vecinos; las mozas se divierten jugando al corro y se bebe vino de una bota. Al llegar los quintos, la vaquilla arremete contra las mozas que estaban jugando al corro, las cuales deben encaramarse al carro de madera que allí se encuentra en el centro de la plaza para poder escapar de ella. Acude a su auxilio un vaquero, que la domina y devuelve al centro de los gurramaches para seguir con su recorrido. Seguirán yendo y viniendo a la plaza cuatro o cinco veces más, hasta que se da muerte ficticia a la vaquilla mediante dos disparos al aire, momento en el que finaliza la escenificación.

En ese momento los quintos y acompañantes se dispersan, desaparecen de la plaza, volviéndose a vestir de paisanos y acompañando al resto del pueblo a la merienda y baile que el consistorio ofrece, lo cual tiene lugar una vez el Ayuntamiento termina de repartir los panes de anises.

VESTIMENTA

La familia y amistades de los quintos eran, y siguen siendo, las encargadas de adornar la vaquilla y ayudar a vestirse a los protagonistas de la fiesta.

La vaquilla consiste en un armazón de madera en forma de cilindro hueco partido a la mitad, decorado externamente de almohadones y cojines para configurar el lomo del animal, y vistiéndolo posteriormente a base de mantones de Manila, sábanas encajadas y lazos de vivos colores. La testuz del animal es de terciopelo negro o rojo y se adorna con espejos a modo de ojos, collares de perlas y diversos colgantes, además de dos agraciados cuernos. En su parte trasera se coloca un rabo de vaca. Debajo se coloca un cojín para que el quinto correspondiente lo pueda llevar sobre su cabeza.

Cabe destacar, que cada año la vaca es diferente, tiene una personalidad propia ya que cada uno la decora con los recuerdos de sus familias.

Los vaqueros visten de traje campero cordobés, de corto, con delanteras de cuero, botas camperas, chaleco corto, faja roja, camisa blanca y sombrero de ala ancha, portando en la mano una honda que “chasquean” o restallan sonoramente durante la fiesta.

Vaqueros junto con la vaquilla
Vaqueros junto con la vaquilla
Vestimenta de los vaqueros
Vestimenta de los vaqueros

Los gurramaches o curramaches son los de vestimenta más original: llevan dos mantones de Manila doblados en pico sobre los hombros y cruzados sobre el cuerpo hasta juntar sus puntas en la cintura; pantalones floreados, un sombrero cordobés tapado con un amplio pañuelo que cae sobre los hombros, sujeto con una cinta roja; unos grandes cencerros atados atrás de la cintura con y una larga vara de fresno adornada con un lazo rojo en su punta superior.

Vestimenta de los gurramaches
Vestimenta de los gurramaches

EXPERIENCIAS PERSONALES

Se reproduce a continuación un extracto de la vivencia de ser un quinto en Pedrezuela, narrado originariamente por Beatriz Cabello y Fernando Santamaría:

31 de diciembre, un año más se acaba aunque éste fue especial. Al llegar a la Plaza, los amigos nos felicitamos el año nuevo y uno comentó ¡ya somos quintos! Y así era, durante ese mes de enero vivimos una serie de experiencias inolvidables.

Pasados unos días, quedamos por primera vez para cenar. Para unos era nuestro primer año, mientras que otros estaban repitiendo. Recuerdo estar algo nervioso, y no era para menos porque esa noche se sorteaba los tres protagonistas de la fiesta: la vaquilla, y los dos vaqueros (el resto serían los gurramaches).

Al llegar el momento del sorteo se notaba la tensión e ilusión en nuestros rostros. ¿Quién iba a ser vaquero? ¿Quién sería la vaquilla, el protagonista central de la fiesta más ancestral de nuestro pueblo? Todos nos mirábamos expectantes para conocer los afortunados. Los aplausos de todos estallaron cuando uno de ellos nos enseñó el papel en el que ponía “Vaquilla”. La fiesta se alargó hasta la madrugada.

En esa cena pasó algo especial, la amistad que había entre nosotros se hizo más fuerte; nos unía el sentimiento que estaba latente desde nuestra niñez, el sueño de mantener viva la tradición.

Al día siguiente, con el cansancio en el cuerpo de haber trasnochado, subimos como es tradicional a pedir dinero en la entrada del pueblo. Allí cortamos el paso a los conductores para que colaborasen económicamente con la fiesta; algunos se lo tomaban a bien y nos daban lo que podían. Con el dinero recaudado, además de varias comidas y cenas para los quintos, organizamos una fiesta en la que todos los que se acercaron pudieron disfrutar del buen humor.

En las comidas y cenas seguimos con el buen ambiente de la primera reunión. Durante esos días nos preparábamos para lo que se nos venía encima: unos no encontraban los pantalones, a otros no les valía la caperuza, los vaqueros aprendían a chascar sus ondas, la vaquilla practicaba en su casa las distancias, etc. Todos teníamos algo que hacer, por lo que estos días fueron agotadores e imborrables.

La noche del diecinueve al veinte de enero representa el último momento de la adolescencia, y es tradición que los quintos gastemos algunas bromas; eso sí, somos conscientes de que es un momento de vacilón, pero también sabemos que ser quintos no significa ser inmunes, por lo que nos divertimos de manera responsable.

Los quintos colocan el tradicional carro en la plaza antes de comenzar la fiesta
Los quintos colocan el tradicional carro en la plaza antes de comenzar la fiesta

Llegado el gran día, el 20 de enero, no recuerdo si la noche se hizo corta o si el despertador sonó antes que de costumbre. Habíamos quedado por la mañana para colocar el carro en la plaza, que serviría por la tarde como parte de la escenografía del ritual. Había muchos nervios; recuerdo que uno no encontraba la ropa ni otro los pantalones, además de aquél que no era del pueblo y no sabía dónde vestirse. Ello se solucionó con ayuda de la gente de Pedrezuela que, ilusionada con la fiesta, colaboró prestando sus atuendos. Esta generosidad es de agradecer, y es otro de los motivos por los que veneramos esta fiesta.

A la una nos reunimos para comer. Durante la comida intercambiamos nuestras sensaciones y predicciones; las fotos marcaron este almuerzo, retratando lo que vivíamos en esos momentos: prisas, nervios, emociones, etc. Y así, fuimos a casa a vestirnos.

Abuelas, madres, tías y otros familiares y amigos que querían colaborar trabajaron a destajo para que todo saliera a la perfección, y en ese momento estaban ahí para ayudar a vestirnos. El sentimiento al vestirse es algo difícil de expresar. Es una mezcla de los nervios que vives durante todo el día y la ilusión de haber llegado el momento esperado.

A las cinco de la tarde debíamos estar todos en la casa del que iba de Vaquilla. Poco a poco íbamos llegando al encuentro y, mientras esperábamos a que se hiciera la hora, la frase que más se oía era “¡madre mía, qué pintas!”. Los nervios desaparecieron con las risas al vernos vestidos de tal manera. Había mucha gente presenciando aquel momento; los familiares y amigos grababan vídeos y tiraban fotos sin parar mientras nosotros saltábamos y movíamos nuestros cencerros. Todo se desbordó cuando la vaquilla asomó sus cuernos por la puerta de su casa, puntual a su cita.

Los quintos colocan el tradicional carro en la plaza antes de comenzar la fiesta
Los quintos colocan el tradicional carro en la plaza antes de comenzar la fiesta

Todos con alegría salimos a correr dirección a la Plaza de la Constitución, que estaba a rebosar de gente. Nosotros dábamos vueltas haciendo sonar los cencerros y las ondas mientras la vaquilla hacía de las suyas. Entonamos los cánticos junto al carro y subimos al balcón del ayuntamiento, cumpliendo así con ambas tradiciones, documentadas gráficamente en fotos antiguas de quintos de anteriores años.

En el recorrido que hicimos a lo largo del pueblo, con idas y venidas desde la plaza a distintas calles del municipio, también teníamos nuestros descansos visitando algún que otro bar, aunque en este día la ilusión crea unas fuerzas inagotables.

Este día también dejó momentos emotivos, como los que vivimos con nuestros mayores en la residencia; allí nosotros intercambiamos nuestra euforia con sus recuerdos, un instante en el que surge la nostalgia por ver que en este pueblo todo el mundo vive la fiesta con intensidad.

Vaquilla 2018
Vaquilla 2018

Después de varios trayectos, el final vino cuando, tras dar tres vueltas al centro de la plaza, sonaron al aire dos tiros de escopeta. Ahí sabemos todos que toca salir corriendo, desaparecer como si todo esto hubiera sido un sueño con un significado muy importante: ya no somos niños, tenemos que madurar para enfrentarnos a nuestras vidas.

Para finalizar este gran evento y tras degustar el pan de anises que reparte el Ayuntamiento, nos reunimos en la última cena, en la que invitamos a los quintos del año anterior y a nuestros amigos. Ésta es la cena más bonita y la que más recuerdos deja, rodeado de tu gente y pasando momentos inolvidables. Todo esto continúa en la noche, en la que la diversión no cesa y visitamos toda clase de lugares para hacer ver nuestro pañuelo rojo, que simboliza nuestra condición de quintos.

En resumen, todos los sentimientos y experiencias vividos en esta Fiesta de la Vaquilla son inolvidables: el apoyo del Ayuntamiento con su interés de que esta fiesta perdure y facilitándonos las cosas; la gente que te anima; etc. Son muchos sentimientos difíciles de expresar con palabras. Pensamos que esto se debe vivir y disfrutar, así que si eres menor de diecisiete, tienes que vivir esto; no dejes que se pierda. Créenos, vale la pena.

CRONOGRAMA

Para la cultura rural tradicional, el invierno suponía un período de oscuridad, de frío, causante de enfermedades y muertes. Se responsabilizaba de ellas a los malos espíritus y entes infectos que desde el 1 de noviembre (noche de Todos los Santos) habían entrado en nuestros lares.

Por esta razón las fiestas a partir de este momento tenían siempre un componente purificador: se encendían hogueras, se producían ruidos o se realizaban representaciones de lucha entre el bien y el mal hasta llegar el 1 de mayo, en el que los espíritus de los difuntos, y entre ellos los malos espíritus, abandonaban de nuevo las aldeas hasta el siguiente noviembre.

En este contexto de fiesta invernal y de celebración de comienzos de año se encuadra nuestra Fiesta de la Vaquilla que estuvo muy extendida geográficamente. A pesar de los intentos de la iglesia de censurarla y erradicarla, se ha mantenido muy especialmente en la Sierra de Guadarrama.

La información mejor documentada de los orígenes de esta fiesta proviene del libro Pedrezuela en sus documentos:

En la EXPO de Sevilla de 1992 se exhibió la Vaquilla
En la EXPO de Sevilla de 1992 se exhibió la Vaquilla

…podríamos asegurar que la existencia de esta fiesta en toda la sierra de Madrid se debe a la repoblación segoviana del siglo XIII-XIV y posiblemente traída a la tierra de Segovia por los vasco-navarros que la repoblaron en el siglo XI.

Concretamente, en Pedrezuela tenemos referencias de celebrarse la festividad de San Sebastián en el siglo XVII (1682), aunque, eso sí, nada nos indica que la vaquilla se representara: “… y cera y cohetes y otros gastos que se hacen en las festividades de los gloriosos San Roque y San Sebastián, que son festividades que guardan y celebran por orden del concejo y voto de la villa…”.

Parece ser, volviendo a Caro Baroja, que estas fiestas de vaquillas debieron estar muy extendidas por todo el Occidente europeo en épocas muy remotas; y por una extraña circunstancia histórica, unida a una férrea represión eclesiástica, casi únicamente ha subsistido en esta zona serrana del Guadarrama.

A comienzos de 1985 la Universidad Popular de Colmenar Viejo realizó una exposición de vaquillas, anotando dieciséis pueblos en los que todavía se realizaba, y otros veintiséis donde había dejado de festejarse. Basándonos en dicha exposición de Colmenar Viejo, las vaquillas madrileñas mantienen claras diferencias: todas consisten básicamente en un armazón rectangular o triangular compuesto por dos varas paralelas en cuyo frente se sujetan unos cuernos y en su parte trasera un rabo natural de vaca.

Sin embargo, este armazón puede ir más o menos adornado y aquí es donde reside su diferenciación: desde el armazón descrito sin más, hasta la complicadísima y barroca vaquilla de Colmenar Viejo, de la que cuelgan pañuelos, rosquillas y sábanas multicolores, y la de Pedrezuela, hermosa y equilibrada en su ornamentación y la elegida por la Comunidad de Madrid para exhibirse en el pabellón de la exposición internacional de Sevilla de 1992.


Durante la última guerra civil española y durante los años más fuertes de la emigración rural a las grandes ciudades, dejó de celebrarse en nuestro pueblo por falta de quintos, estando a punto de desaparecer para siempre, pero hacia el año 1970 un grupo de quintos la recuperaron para no dejarse de celebrar hasta hoy en día.

Los Quintos en el balcón del Ayuntamiento en 2008, año de inauguración del Museo de Pedrezuela
Los Quintos en el balcón del Ayuntamiento en 2008, año de inauguración del Museo de Pedrezuela

VAQUILLA EN LOS MEDIOS

Estas son algunas de las publicaciones en medios de comunicación más relevantes:

ARCHIVO

A continuación, se muestran fotografías de los quintos de cada uno de los últimos años así como las imágenes que se conservan desde la década de los cuarenta en honor a la Fiesta de la Vaquilla:

MONUMENTO A LA VAQUILLA

El pueblo de Pedrezuela ha inmortalizado la fiesta dedicándole un mural de bajo relieve de bronce en el que plasma tanto la imagen de los quintos (vaquero, vaquilla y gurramaches) como la descripción de la vestimenta de los mismos. La autora de dicho mural es la escultora Ana Hernando, y fue inaugurado el 20 de enero de 2009 por la alcaldesa del Ayuntamiento de Pedrezuela, Dña. Sagrario de la Fuente Herranz, y el Director General de Cooperación Local de la Comunidad de Madrid, D. Jaime González Taboada.

Tal es la importancia de esta tradicional fiesta que en el año 2011 la Comunidad de Madrid declaró la Vaquilla de Pedrezuela Fiesta de Interés Turístico Regional.

Mural que homenajea la Fiesta de la Vaquilla de Pedrezuela, inaugurada en 2009
Mural que homenajea la Fiesta de la Vaquilla de Pedrezuela, inaugurada en 2009